Te enseñé a guardar secretos. Y aprendiste a hacerlo. Perfeccionaste la técnica y empezaste a robarlos. Robar secretos se convirtió en tu ciega necesidad. Yo tenía muchos pero sabías que solo importaba uno. Entonces me lo robaste y lo guardaste, lo hiciste tan bien... ¡Joder!
Y lo perdí, olvidé mi secreto. Te olvidé.
Pero no se lo contéis a nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario