miércoles, 25 de mayo de 2011

Canción contra un marinero.

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Fundieron sus piernas haciéndolas un solo miembro, los pasos angustiados se fundieron en movimientos ondulantes bajo el agua. Las pisadas se convirtieron en chapoteos. Las mujeres, huyendo de la matanza irracional, habían decidido vender su alma, huir al mar, convertirse en diablos del agua.

Al primer contacto con el agua, los pulmones se contraían y la piel se empapaba con el líquido elemento, volvían a los cuerpos maduros los bellos recursos de la juventud y las que aún eran niñas se retorcían en espasmos mientras su metabolismo se desarrollaba de una forma tan veloz como violenta. Las voces desgastadas, tras el hechizo recobraban la dulzura que nunca nadie habría soñado con oír. Y los gritos de terror dejaban paso a cantos recitados en lenguas muertas atrayendo así a todas las mujeres y niñas del pueblo costero.

Cuando ya se alejaban con sus recién adquiridos cuerpos híbridos hacia mares mas profundos, desde la orilla relucían las antorchas, frustradas y los gritos desordenados de los marineros maldecían a las arpías del agua poniendo en sus graves voces palabras como ''putas'' y ''brujas''.

Sinuosas, las amazonas del agua, valientes, libres, despojadas de sus ataduras, de sus matrimonios convenidos, de los abusos, de las discriminaciones, se fundieron con el mar, disipándose, recién nacidas sin inocencia: sirenas