martes, 30 de agosto de 2011

Apoyo y crítica

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a Paula, que ella ya sabrá porqué.

Empezaré diciendo que estoy tremendamente indignado (no es algo nuevo, la verdad, siempre lo estoy). Esta vez se trata del concepto LGBT. Pues si, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y demás peña a la que alude este termino, ¿en serio os sentís orgullosos de las siglas que os representan?

Me explico:

El término en sí defiende vuestra dignidad y vuestros derechos en su conjunto, lo cual es muy plausible y merece mis felicitaciones y reconocimiento por los avances que ha conseguido y los que seguro va a conseguir. Pero a mí me ofende, y me parece que no es el idóneo y creo que en algún lugar, entre esas cuatro letras debería haber una ''H'' como una catedral. Si, ''H'' de heterosexual, porque por si alguien no se ha dado cuenta vuestros enemigos no son los heterosexuales sino los palurdos y su incultura enquistada en la heterosexualidad obligatoria de la Edad Media. Para mí no se trata de defender exclusivamente la homosexualidad y la identidad sexual, el concepto debería referirse al respeto de la libertad sexual en general. ¿No creéis que es perjudicial marginar a un colectivo sólo por no tener una orientación que se supone fuera de lo común? ¿Existe una cierta ''heterofobia''?

Harto de terminologías y etiquetas que no me gustan nada, sólo me queda decir...

(última versión del tema. Fangoria, 2011)
(Y a portarse mal, que el infierno ya casi es nuestro)


Amaos los unos a los otros como nadie jamás ha podido

jueves, 18 de agosto de 2011

Eva

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Aquello debía ser cosa del diablo, pero a ti te parecía normal. Andabas por ahí siempre descalza. Comías las moras directamente de los zarzales hasta que te sangraban los labios. Tus ojos anulaban la naturaleza de mis mundos reales con violetas saturados y amarillos fluorescentes. Todas las noches me descubrías cuevas vírgenes donde jamás entró nadie y que olían a agua fresca. Allí hacíamos magia con las voces. También jugábamos a colgarnos de las rodillas en las ramas mas finas. Tus ramas nunca se rompían. Lo desafiabas todo, hasta tu olor era imposible, delicioso como el del romero.


Cuando te espiaba a escondidas descubrí que hablabas con la luna. Y veía de espaldas tu pelo castaño anudado en un laberinto infinito de enredos con hojas secas y telaraña que sólo yo sabía deshacer. Tu problema era que para ti nada era un problema. Hasta que el monte ardió.


Se destruyó el paisaje donde creé mi mundo imaginario y tu desapareciste con él. Cuando las llamas consumieron hasta los troncos mas gruesos, te elevaste, agarrándote a las nubes de humo y huyendo de las cenizas que apestaban a nada.


continuará...