miércoles, 28 de enero de 2015

Eva. Nepésica ingesta.


Eva apretó entre sus dedos la sustancia sombría y observó que emanaba un denso líquido suave, casi negro. Agitó aquella oscura alma, intentando desencriptar sin éxito su naturaleza, pensado qué tipo de objeto había aceptado de la mano del dueño del infierno. Entretanto, el suave líquido exhalado en el zarandeo recorría su brazo y goteaba por su codo, provocándole cosquillas que excitaron su sonrisa hacia una carcajada. Y Comió.

Comió de la sustancia cocinada para ella, bebió de la misma acuosidad que provocó la carcajada. Obtuvo así Eva un alma reciclada y entorno a esta se moldeó su cuerpo tal y como yo lo había imaginado: se formaron sus deliciosas piernas, sus caderas serpenteantes, sus ojos violetas de brillo fluorescente, se formó su selvática y ensortijada melena castaña, su salvaje rostro anguloso, sus deseables labios. Le aterrorizó el placer proporcionado por el ponzoñoso majar. Y así vivió.

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